ESPAÑA.- El español Fernando Savater dice que no puede hacer lo que hizo siempre: escribir. Sentarse a pensar y teclear hoy no es lo mismo que era sentarse a pensar y teclear cuando vivía Sara Torres Marrero, la cineasta y profesora de Estética con la que compartió 35 de los 68 años de su vida.
"Escribía para que Sara me leyera. Escribía para que me quisiera más", dijo el autor de "Ética para Amador" al diario español El País. "Ahora que ya no está, no quiero seguir escribiendo", ha reiterado desde que comenzó en España, a finales de 2015, la gira de promoción, que continúa en América Latina, de su libro, acaso último, y el primero en colaboración con ella: "Aquí viven leones: viaje a las guaridas de los grandes escritores".
Habían preparado la obra con extremo cuidado y dedicación, según repitió, porque era su declaración de amor conjunta por la literatura: una recorrida por los lugares que albergaron a ocho grandes escritores que Savater y Torres amaron, y cuyas lectura y relectura constituyeron, a la vez, la basa del amor entre ellos, que se interrumpió cuando, a mitad de camino de la investigación, ella recibió un diagnóstico de cáncer que terminó con su vida en pocos meses, contó la periodista Gabriela Esquivada en una nota publicada en Infobae.com.

ESPAÑA.- El español Fernando Savater dice que no puede hacer lo que hizo siempre: escribir. Sentarse a pensar y teclear hoy no es lo mismo que era sentarse a pensar y teclear cuando vivía Sara Torres Marrero, la cineasta y profesora de Estética con la que compartió 35 de los 68 años de su vida.

"Escribía para que Sara me leyera. Escribía para que me quisiera más", dijo el autor de "Ética para Amador" al diario español El País. "Ahora que ya no está, no quiero seguir escribiendo", ha reiterado desde que comenzó en España, a finales de 2015, la gira de promoción, que continúa en América Latina, de su libro, acaso último, y el primero en colaboración con ella: "Aquí viven leones: viaje a las guaridas de los grandes escritores".

Habían preparado la obra con extremo cuidado y dedicación, según repitió, porque era su declaración de amor conjunta por la literatura: una recorrida por los lugares que albergaron a ocho grandes escritores que Savater y Torres amaron, y cuyas lectura y relectura constituyeron, a la vez, la basa del amor entre ellos, que se interrumpió cuando, a mitad de camino de la investigación, ella recibió un diagnóstico de cáncer que terminó con su vida en pocos meses, contó la periodista Gabriela Esquivada en una nota publicada en Infobae.com.

Savater terminó 'Aquí viven leones' "con grandes dificultades" para honrar la memoria de la persona a la que dedicó casi todos sus títulos desde que 28 años atrás, cuando publicó San Sebastián –una mirada del flâneur sobre distintos lugares de la ciudad vasca–, escribió: "Para Sara, con amor eterno", en la primera página de su manuscrito. Ella es la coautora de la obra que toma el título de los mapas antiguos donde en los territorios desconocidos se alertaba "hic sunt leones" o "hic sunt dracones".

Sin poder recuperarse aún de su pena Savater insistió en que no cree que vuelva a escribir. "Quizás una obra sobre ella, porque tuvo una vida muy novelesca, pero no creo, porque el proceso quizá traería demasiado dolor". Apenas imagina la posibilidad de escribir algo sobre su relación con su mujer, pero no para publicar, sino simplemente para sí mismo. Se mantiene a flote, como cuando lo arrestaron bajo el franquismo, aferrado a la lectura.


"No hay futuro"

Es difícil creer que alguien como Savater se haya melancolizado, simplemente, por la pérdida de su compañera de vida. Tal vez sea más probable que alguien capaz de abogar por las libertades individuales sin remilgos –es, por caso, un defensor de la despenalización de las drogas– lo haya decidido, como quien elige terminar su vida con entereza ante un padecimiento que no tiene cura y sólo ofrece desintegración del ser. Savater conoce el ABC del duelo: el sujeto comprende de a poco que el ser amado no existe más, y que la vida sigue. Pero un hombre con una experiencia tan cumplida puede decidir que la vida no siempre merece ser vivida del mismo modo: que en libertad se puede aceptar que morir de amor es una causa de extinción como cualquier otra.

"Sólo tengo pasado, no hay futuro. Cuando Sara, murió dejé de vivir. Y ahora solo sobrevivo", dijo Savater en entrevista a El País.

En su casa, como en cualquier casa donde había dos y sólo quedó uno, hay objetos cotidianos que ya no se usan, y no se sabe qué hacer con ellos. Hay sonidos que no se escuchan (el nombre propio, pronunciado por la voz que habitualmente lo hacía: el peor), aromas que se han disuelto. El hogar se ha convertido en el sitio menos acogedor del mundo. El paseo por el desierto del duelo está sembrado de minas: la primera vez del cumpleaños del otro sin que cumpla años, la primera fecha romántica que ya no se cuenta, el primer 1º de enero que el ser amado no espera junto con uno. El primer telemarketer que pregunta por la persona perdida, dice Esquivada.


"La muerte entró en mí, definitivamente"

"El secreto a voces que compartimos todos los humanos, secreto que funda nuestra civilización, nuestro arte y nuestra vida, es la certeza de la presencia de la muerte", dijo Fernando Savater en Lima, hace casi veinte años, para hablar sobre la alegría, recordó el periodista Juan Manuel Robles.

Le preguntó a Savater sobre el perfil de Edgar Allan Poe que publicó en Aquí viven leones. Poe era un niño cuando vio el cadáver de su madre. "No sólo eso", enfatizó el español: "Vio cuando su madre muere. Sólo podemos amar lo que va a morir o va a desaparecer. Nuestro amor es, de alguna manera, un intento por detener aquello que va a sufrir el perecer que tiene todo lo vivo. El amor es siempre un punto de zozobra, de deseo de proteger, de afirmación de que hoy todavía estás aquí".

Y cuando el ser amado no está ya ahí, la flecha de Cupido se resiste a salir del corazón, porque su forma misma la predispone para penetrar en él y desgarrarlo al salir. "La muerte de mi mujer fue una forma de mutilación", le dijo el viudo a Robles. "La muerte entró en mí definitivamente; cuando murió ella, yo tuve que asumir la muerte como algo propio. La muerte está aposentada en mí, aunque no sea más, porque yo la llevo a ella en el corazón. Eso me ha transformado. Realmente soy uno antes y uno después de este acontecimiento".


Su trayectoria

Savater se jubiló como profesor de Ética, Filosofía y Literatura para estar junto a Torres y publicó más de treinta libros sobre una enorme variedad de temas y géneros: los ensayos que lo convirtieron en una referencia cultural de fuerza –la revista británica Prospect lo consagró entre los 65 pensadores más influyentes del mundo sobre la base de 10.000 votos en más de 100–, como Ética para Amador (1991) y Política para Amador (1992). Su hijo, Amador Savater, encarnó involuntariamente a la juventud entera que, con gran éxito, el autor invitó a la reflexión filosófica.

El valor de educar (1997), Ética, política, ciudadanía (1998), La aventura de pensar (2008), Historia de la filosofía sin temor ni temblor (2009) y Ética de urgencia (2012) se destacan entre otros trabajos filosóficos, pero también ha escrito novelas (Los invitados de la princesa, La hermandad de la buena suerte y El jardín de las dudas, entre otras), teatro (Guerrero en casa y Juliano en Eleusis, por ejemplo) y un "ridiculum vitae", como lo calificó: Mira por dónde: autobiografía razonada, apenas a los 56 años, pero impulsado por la muerte de su madre, víctima del Mal de Alzheimer. Aunque ha recibido numerosos premios internacionales y doctorados honoris causa se sigue considerando "un filósofo de compañía", sin mayúscula académica, influido por Friedrich Nietzsche, Émile Cioran y Baruch Spinoza.